VOLUNTARIADO EN BUCAREST (RUMANÍA)
Todavía nos llegan historias de verano de nuestras residentes. Lucía Domingo, decana del Colegio Mayor Aldaz a lo largo del curso pasado, ha querido narrar su experiencia de voluntariado en Bucarest.
“Cuando empiezas a pensar en tu verano enseguida surgen numerosos planes posibles para poder dedicar tu tiempo en vacaciones. Entonces ¿por qué decidimos elegir el voluntariado en Bucarest?
Este voluntariado en Rumanía duraba solo 2 semanas. Nosotras sabíamos que en esos días no podíamos cambiar la vida de las personas con las que íbamos a estar, pero eso no significa que no tuviéramos que dar el máximo de nosotras mismas y conseguir hacer el mayor bien en este tiempo. Nos dividimos en 4 voluntariados. Cada uno era distinto, pero todos tenían en común la necesidad de voluntarias que pudieran ofrecer no solo su tiempo, sino su alegría, su cariño…
El primer voluntariado fue en la administración de Timona, el centro de la Obra que hay allí en Rumanía. En este lugar necesitaban y siguen necesitando mucha ayuda ya que están desarrollándose y creciendo como Colegio Mayor para universitarias. A pesar de sus dificultades no duraron en acogernos como a su familia y nos hicieron estar como en casa.
Otro grupo de voluntarias se encargaron de Don Orione, un centro de discapacitados de fundación católica en el que había personas de todas las edades y con toda clase de enfermedades. Resultó muy impactante ya que, a pesar de barreras como el idioma, la dificultad para entender a los enfermos, nuestra inexperiencia… conseguimos de verdad conectar con muchos de los que estaban allí. Descubrimos que, aunque en dos semanas no podíamos realizar un gran cambio en sus vidas, nuestras sonrisas, abrazos, los gestos de cariño eran capaces de superar cualquiera de estas barreras y llegar al corazón de cualquier persona necesitada. Y eso es lo que ellos más valoraron y lo que nosotras más aprendimos.
Otro voluntariado fue en la Fundación Sueca de discapacitados. Parecido a Don Orione pero más limitado, donde, a pesar de las distancias y la dificultad para llegar hasta allí, conseguimos el mismo resultado que en Don Orione.
Finalmente, el último fue un voluntariado en Bucarest Noi, un campamento con niños de todas clases sociales en el que nuestras voluntarias dedicaron todo su esfuerzo y energía para hacerles disfrutar, sonreír, correr, jugar… y ayudarles así a escapar de las complicadas situaciones familiares particulares de cada uno.
En conclusión: nos hemos dado cuenta de que los detalles con los que se hacen las cosas, las miradas, la comprensión es lo más valioso que podemos ofrecer. En otro país, otra cultura, viendo las necesidades del mundo real es donde más hemos aprendido a convivir, a disfrutar cada día al máximo, es donde nos hemos dado cuenta de que ser voluntaria no es algo temporal, sino que empieza en cada una de nosotras desde nuestra casa, con nuestras familias, nuestros amigos, desde la universidad, desde nuestra zona de confort… Ser voluntaria una vez, implica ser voluntaria toda la vida.”
¡Gracias Lucía por compartir con todos tu experiencia en Bucarest!